Mediante los cuales se va produciendo gradualmente el ingreso en la plenitud de la vida cristiana.
Estos sacramentos, en efecto, no deben considerarse de manera aislada, sino que constituyen más bien un unicum sacramental. Se los define como sacramentos de la iniciación no sólo por estar situados cronológicamente al inicio de la vida cristiana, sino sobre todo porque representan el momento ejemplar y típico del encuentro con Cristo en la Iglesia. Momento qué, junto con una sincera búsqueda de fe por parte del sujeto receptor de los mismos, comporta la presencia de una comunidad eclesial capaz de acogerle y ayudarle a crecer en la escucha de la palabra, en la experiencia de la celebración litúrgica y en el compromiso de caridad para con los hermanos.
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